16 febrero 2015

Abu Dabi, o cómo construir un Louvre y un Guggenheim sin despeinarse

El progreso de algunos países es admirable. ¿Por ejemplo?... ¡Abu Dabi!, donde construyen un Louvre y un Guggenheim: la nueva meca del arte planetario. El desarrollo del emirato es proverbial; prueba de ello es que el PIB nominal por habitante ya superaba los 70.000 dólares en 2013 [el de España apenas rebasaba los 30.000] y la mano de obra —casi toda extranjera— que levanta esas y otras maravillas es tratada con "visión de futuro":
Salarios mensuales de 220/250 dólares, pasaportes confiscados (...no sea que quieran huir sin cumplir el contrato que firman en sus países de origen), alojamientos tipo cabaña del tío Tom… sin olvidar que antes de abandonar el país deben abonar viajes y los costes de la contratación.
Así es el progreso que reflejan los datos del producto interior bruto, tanto en Abu Dabi como en el resto de países, incluida España; al fin y al cabo los econometristas meten todo en la misma perola, la agitan y ¡voilà!: España va bien y Abu Dabi, mucho mejor. Basta señalar que su PIB nominal por habitante sólo es superado por Luxemburgo, Catar, Noruega y Suiza.
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La superficie de Abu Dabi, adscrito al Estado federal
de los Emiratos Árabes Unidos, equivale a la suma
de las de Catalunya, Cantabria y Galicia
(pulsar sobre el mapa para ampliarlo).
[→¿Y qué dicen los economistas?
→ Los economistas de verdad no acostumbran a tener cancha en los medios, están mal vistos... ¡salvo si aceptan reciclarse y se comprometen a superar esa manía de que la Ciencia de la Economía es mucho más que cocinar cifras!]
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Al grano, pues este post va de Abu Dabi y de sus museos, sobre todo del Louvre, cuya cúpula hace historia, insisten sus mentores con el arquitecto Jean Nouvel al frente, subrayando que la techumbre del museo abudabí cubrirá «una colección que tenderá el más airoso puente que uno se pueda imaginar entre el arte de Oriente y de Occidente»... ¡qué bonito!
Lo de menos es que el último informe de Human Rights Watch (HRW), publicado el pasado día 11 de este mes, incluya el régimen laboral del que disfrutan los trabajadores que construyen esa maravilla en la lista de aberraciones humanas más destacadas de 2014. Y no es la primera vez, pues los regímenes laborales de Abu Dabi y de otras portentosas economías son habituales en ese tipo de informes.
El dictamen de HRW es singularmente valioso porque nadie, tampoco el Gobierno que preside Jalifa bin Zayed Al Nahayan, puede acusar a esa organización de alimentar intenciones revolucionarias, actuar con ánimo desestabilizador o mantener una actitud poco respetuosa con el orden y los valores socio-económicos considerados "normales".
Gracias al oro negro y debido a su escasa población nativa, una vez iniciada la explotación de sus elevadas reservas petrolíferas Abu Dabi tuvo que importar mano de obra. Actualmente, sus dos millones de habitantes coexisten con casi cinco millones de extranjeros, que son los trabajadores que han levantado y levantan desde las infraestructuras más simples hasta los faraónicos inmuebles de la capital del emirato; casi todos ellos musulmanes llegados de Bangladés, Filipinas, India, Kenia, Nepal, Pakistán, Sudán o Sri Lanka, entre otros países.
Varios miles de esos inmigrantes participan en la construcción del complejo turístico y cultural que acogerá, amén de divertimentos de todo tipo, el Louvre y el Guggenheim de Oriente Medio, así como un campus universitario para los hijos de las élites de todo el mundo que será gestionado por la New York University.

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