09 mayo 2012

La deuda pública es una perversión que aumenta la riqueza privada

El sistema capitalista obliga a los Estados a obtener liquidez
vía crédito en una rueda de insensateces que
 los condena a estar siempre empeñados 
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Contar las cosas de la economía con la máxima claridad posible no forma parte de la actualidad a la que nos han acostumbrado…
Numerosos responsables de gobierno --y también de medios-- evitan contextualizar y ahondar, siquiera un poquito, prefieren que el ciudadano siga en babia porque es más rentable... ¡para ellos!
Por ejemplo, hablan de deuda pública pero evitan explicar cómo funciona el Estado para luego clamar contra los impuestos. Tal es la táctica del demagogo que cultiva la ignorancia entre los administrados y votantes.
Inevitablemente, usted, amable lector/a, habrá escuchado eso de que la deuda del Estado español y el déficit presupuestario son descomunales y que ahí radican todos los males económicos del país.
Esa y otras afirmaciones similares son tan telegráficas que mueven a la confusión.
Antes de las citas electorales siempre hay quienes insisten en ese simplismo para que los electores sean más viscerales o ingenuos de lo que ya son habitualmente. O alternativamente, para que se abstengan.
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El déficit y la deuda
no reflejan la salud
de la economía real,
sino la del Estado

Ante todo conviene tener en cuenta que el déficit y la deuda son cosas distintas.
Del primero (déficit: gastar más de lo que se ingresa) hay un notable conocimiento de lo que significa y de cómo corregirlo.
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[Básicamente, se trataría de afrontar dos retos: primero, urge hacer una reforma fiscal a fondo que acabe con los parches a los que han recurrido sucesivos gobiernos y, segundo, poner coto a los gastos que son innecesarios y a las inversiones carentes de retorno. Para reducir el gasto no es preciso usar las tijeras en educación, sanidad, investigación y servicios públicos, que es la única medida real que aplica el PP para contener el déficit]
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Sin embargo, la mayoría de los ciudadanos tienen un conocimiento limitado de cómo funciona la deuda pública y ante ciertas cifras e informaciones se preguntan cómo es posible, por ejemplo, que la deuda aumente pese a que el Estado gasta e invierte menos. 
Más fácil:
¿Por qué el actual Gobierno pide el mismo o más dinero prestado (emite deuda) que hace uno, dos o tres años pese a que en los presupuestos se ha reducido el gasto y también la inversión pública?
Pues bien, aunque parezca mentira, todos los gobiernos están obligados a pedir crédito porque en los presupuestos consignan los gastos que cubrirán con la recaudación fiscal prevista durante el ejercicio en curso; o sea, como todavía no han recaudado piden dinero para ir ejecutando lo presupuestado... Se trata de una de las perversiones más eficaces del sistema, tan normalizada que a bote pronto hasta parece lógica.
Los Estados han sido organizados de tal forma que nunca tienen liquidez suficiente para afrontar los gastos, ni siquiera los corrientes, de modo que están condenados a vivir a crédito, constituyendo una fuente de dinero fácil que para beneficiarse de ella sólo es preciso una cosa: tener dinero. Y funciona como casi todo el sistema: puede ganar mucho dinero quien ya tiene mucho dinero.
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Los Estados se administran
de forma que es inevitable
emitir deuda pública

El Estado obtiene la liquidez (dinero) que precisa emitiendo tres tipos de deuda pública:
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Al cierre del ejercicio de 2011, el total de la deuda emitida por el Estado español, que está en manos de personas físicas y jurídicas [sobre todo, en las de los mal llamados mercados, básicamente bancos y fondos de inversión], sumaba 580.000 millones de euros, en números redondos: letras por valor de 90.000 millones, en bonos 150.000 millones y en obligaciones, 340.000 millones.
También existe la llamada deuda perpetua, pero esa es otra historia.
En principio, cabría pensar que los préstamos que obtiene el Estado tiene las mismas consecuencias que cuando lo hace un particular. Es parecido, cierto, pero distinto.
Por lo general, cuando un ciudadano obtiene un crédito pacta con el banco el abono de una serie de amortizaciones periódicas que una vez pagadas zanjan la deuda, el principal más los intereses.
En el caso de la deuda pública la amortización es sustancialmente diferente, pues el Estado devuelve el capital en la fecha de vencimiento (no antes) y mientras tanto abona los intereses (el rendimiento que obtiene el comprador de la deuda) aplicando el tipo, los plazos y el procedimiento pactados al sellar la operación.
Esto explica, entre otras cosas, que la deuda pública siga aumentando.
Para tener una idea más clara, sirva este ejemplo:
Si durante el ejercicio de 2012 se emitieron letras y bonos por valor de 1.000 millones [por poner una cifra] el Gobierno pedirá créditos (emitirá deuda) a lo largo del ejercicio por un valor total superior a los 1.000 millones, pues debe ir abonando los intereses y liquidar el principal de las letras y bonos a medida que vencen.
Esos créditos (el total de la deuda emitida) sólo servirá para que el Estado ejecute los presupuestos de ese año... ¡y vuelta a empezar!, pues deberá pedir más créditos (emitir más deuda) para cubrir los pagos del ejercicio siguiente y los nuevos intereses, más los dispendios que se le hayan ocurrido durante los años precedentes...
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[Ahí radica la importancia de que suba o baje la famosa prima de riesgo; es decir, el grado de fiabilidad que merece el Estado para cumplir el pago de los intereses y devolver el capital cuando venzan los bonos, letras u obligaciones correspondientes. A menos fiabilidad, intereses más altos... y conste que hay formas muy sibilinas de reducir la fiabilidad, casi nunca en beneficio del Estado y en ocasiones desde dentro de los propios Estados se hacen "maravillas" para que baje la fiabilidad para que los tenedores de deuda cobren más intereses]
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El sistema utiliza
los Estados para aumentar
el capital privado apalancado 

La deuda del Estado español ha pasado de los poco más de 300.000 millones de euros del año 2000 a más de medio billón en 2011, lo que con relación al PIB no supone en principio una tasa preocupante, al menos en teoría, pues es más baja que la de la maestra alemana [ver: mapa de las deudas públicas al cierre del ejercicio de 2010]; pero ojo, la forma de medir la buena salud de un Estado es muy compleja y la salud del Estado español es muy relativa, nadie duda de que empeorará, salvo quienes deben decir que mejorará. Tiempo al tiempo.
Hay detalles altamente reveladores; por ejemplo: el grueso de los beneficios (intereses) que renta la deuda pública a sus tenedores se lo embolsan los bancos y los fondos de inversión, pues lógicamente son los mayores compradores de deuda.
Así las cosas, el capitalismo es tan perfecto que ha convertido los Estados en máquinas de hacer dinero para favorecer a quienes ya tienen dinero y lo ponen a trabajar.
Con la deuda pública ha ido aumentando sin prisas pero sin pausas la concentración de capital (y de poder), aparte de que sus tenedores ganan dinero sin "arriesgar" nada y mucho menos en economía productiva.
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[Por si fuera poco, los bancos obtienen dinero del BCE al 1 % de interés y con esos créditos tan ventajosos compran deuda pública a los Estados por la que obtendrán rendimientos del 3, 4, 5 y a veces de hasta el 6 %]
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La deuda pública es una rueda sin fin: el Estado pide crédito (vende deuda) a cuenta de lo que prevé recaudar para cumplir los pagos previstos en los presupuestos y renta beneficios (intereses) a personas físicas y jurídicas privadas. Así ejercicio tras ejercicio, año tras año, de modo que la deuda pública es una de las perversiones más inteligentes y rentables del sistema.
Salir de esa rueda es teóricamente sencillo pero como esa alternativa no rentaría beneficio privado, el sistema y sus "mass media" recurren a la habitual legión de expertos y tertulianos que se encargan de confundir, rizar el rizo y a la postre califican todas las alternativas de erróneas, inviables y si alguien les pone en un brete, recurren al bálsamo de Fierabrás que lo cura todo: ¡eso es ilegal!... ¿Entendido?
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TEXTO relacionado:
«Las falacias sobre la devolución de la deuda pública», por José Moisés Martín, en Contexto.

CON POSTERIORIDAD:

5 comentarios:

  1. Precisiones muy esclarecedoras. Este es uno de los mecanismos por el que los gobiernos están cautivos del poder financiero.

    Mucho más sutil que las correrías y pillajes de la época feudal, pero seguramente más efectivo.

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  2. Creo que por una vez, lo expuesto es más bien confuso. Se entendería que no puede disminuirse la deuda, y creo que no es así. Ello, aunque por el sistema, a no ser una decidida intención y una acción previsora, sea mucho más fácil renovarla y el estado se ve casi abocado a ello.

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    1. En ningún momento digo que no se pueda disminuir la deuda, o amortizarla, sea pagando o negándose a seguir pagando.
      ¡Claro que se puede poner coto a la espiral!, hay Estados --pocos-- que lo han hecho de forma simple y directa: negándose a seguir re-re-re-amortizando el principal y seguir abonando intereses usurarios.
      Pero para hacer eso hay que tener voluntad política, y los gobiernos españoles --como los del resto de la UE-- no la tienen, ni siquiera se lo plantean.
      Estados con gobiernos como los habidos y el que hay en España no renuevan la deuda porque estén abocados a ello, ¡no es por eso!; sino que la renuevan y la renuevan y la renuevan porque interesa a quienes realmente detentan el poder político, poder que los Estados están cediendo, ¡cada vez más!, a los "mercados".
      Saludos.

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  3. No soy anónimo, es que aún no puedo entrar de otra forma. Soy tu ex compañero Guisande. Mira por donde; yo escribiendo cosas de humor, tú serias y separados en la Redacción por menos de un metro. Pues me encanta como explicas las cosas y aprendo que no veas. Un abrazo gran amigo. Espero que todo baya bien

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    1. ¡Hola!
      Escríbeme al buzón del blog: fsoriag@gmail.com, así tendré tu correo, te paso mi nuevo número de tlf. y tomamos unas birras.
      Un abrazote.

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