14 enero 2010

El ametrallamiento de un equipo de fútbol pone Cabinda en el mapa

El ametrallamiento del autocar en el que viajaban los futbolistas de la selección de Togo en la provincia angoleña de Cabinda, allí convocados con motivo de la copa de naciones de África, ha puesto encima de la mesa de la actualidad un territorio escasamente conocido por la gran mayoría de los europeos.
Cabinda es un exclave de la República de Angola, separado del resto del territorio del Estado por la franja que fue cedida por la antigua metrópoli, Portugal, para que una de las inmensas propiedades de la corona belga en África central (el actual Zaire) tuviera salida al mar.
De modo que Cabinda limita al sur, al este y al norte con las dos repúblicas congoleñas [cuyas capitales son Kinshasa y Brazzaville, ver mapa], y al oeste con el océano Atlántico.
En sus 7.270 kilómetros cuadrados [superficie similar a la de la provincia de Cádiz] residen unas 280.000 personas, que en su práctica totalidad pertenecen a la etnia kongo, de la familia bantú.
Antes de la llegada de los primeros europeos, en la actual Cabinda existían tres pequeñas monarquías que controlaban a sendas tribus: las de Kakongo, Loango y Ngoyo, que a su vez eran subsidiarias del gran reino de Manikongo, que durante los siglos XIII-XVI fue uno de los proto-estados más poderosos del África central: la región comprendida entre los Grandes Lagos y la desembocadura del Níger, de este a oeste, y entre las actuales República Centroafricana y Zimbabue, de norte a sur.
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Los europeos rompieron
todos los equilibrios
Durante la segunda mitad del siglo XIV, las costas atlánticas de África, desde Marruecos hasta Sudáfrica, empezaron a ser frecuentadas por europeos, que en su práctica totalidad eran exploradores (incluidos aventureros y maleantes en busca de fortuna), comerciantes, misioneros y, sobre todo, tratantes de esclavos.
Los portugueses fueron los primeros en establecer acuerdos con el reino de Manikongo, ya mediado el siglo XV, a fin de establecer asentamientos en la desembocadura de río Congo y sus proximidades. La mayoría de ese tipo de pactos tenían dos objetivos: asegurar que los comerciantes que operaban allí no fueran atacados y facilitar sus intercambios, operaciones estas en las que los europeos casi siempre incluían la compra-venta de esclavos, que en su mayoría eran prisioneros de guerra, reos de delitos y condenados a muerte por las autoridades locales; es decir, personas que ya estaban esclavizadas y que, una vez catalogadas como simples bienes muebles, eran vendidas a sultanes  árabes o a empresarios de países europeos y de las colonias americanas.

[Los europeos apenas realizaban apresamientos de africanos para esclavizarlos. En torno al 80 % de los esclavos se los compraban a los monarcas o jefes de naciones o tribus que, iniciados ya en ese comercio por los árabe-musulmanes --que fueron los primeros en sistematizar la trata--, vendían los prisioneros hechos en las guerras con otras naciones o tribus. No obstante, llegó un punto en el que a petición de extranjeros y con fines económicos hubo jefes, caciques y monarcas que organizaban raptos para atender la demanda árabe y europea de "mano de obra gratuita"]

En Cabinda, el acuerdo alcanzado entre los portugueses y el reino de Manikongo era a su vez aplicado y respetado por las tribus y pequeños monarcas que dominaban la zona costera, subsidiarios todos ellos del poderoso reino centroafricano.
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Maderas nobles, aceite de palma y esclavos
Aunque en Cabinda los europeos con mayor presencia eran portugueses, también frecuentaban aquellas costas belgas, holandeses e ingleses y, en menor medida, españoles y prusianos. Aparte de los que recalaron allí para comprar esclavos, los más numerosos y los únicos que se afincaron en esas costas hasta bien avanzado el siglo XX eran madereros y quienes se dedicaban a enviar aceite de palma a Europa.
Portugal fue la primera potencia en reclamar la soberanía de Cabinda, a la que accedió mediante el tratado de Simulambuco (1885), cuya aplicación puso el país «bajo la protección de la Corona Portuguesa a petición de los príncipes del territorio».
La redacción de tan singular texto es esgrimida como base jurídico-histórica por los cabindeños que todavía hoy reclaman su independencia de Angola, pues el tratado precisa que «los príncipes y jefes, y sus sucesores, declaran voluntariamente su reconocimiento de la soberanía portuguesa, poniendo bajo su protectorado a esta nación y a todos los territorios que gobierna», por lo que el Reino de Portugal habría quedado «obligado a mantener la integridad» de Cabinda, que en 1885 fue dividida administrativamente en tres protectorados: Kakongo, Loango y Ngoyo [los correspondientes a los tres antiguos reinos subsidiarios del imperio de Manikongo].
En ese mismo tratado figura la cesión que hizo Portugal de un franja de territorio (a lo largo de la ribera norte del río Congo) a favor de Leopoldo II de Bélgica, a fin de facilitar una salida al mar a una de las extensas propiedades del monarca centroeuropeo: el actual Zaire.
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El Sahara Occidental del Portugal democrático
En rigor, Cabinda jamás formó parte administrativa de Angola --sin olvidar que Ángola es un Estado-nación prefabricado por una potencia colonial, como la mayoría de los actuales Estados africanos.
El protectorado de Cabinda ni siquiera fue incorporado a Angola cuando este territorio fue declarado provincia lusa (1951). De modo que Cabinda era un territorio independiente, tal como determinó el tratado de Simulambuco. Y así fue hasta que con motivo de la creación del Estado angoleño, Lisboa accedió a la demanda del Gobierno provisional de Luanda.
La traición sufrida por los cabindeños se consumó con la firma del Tratado de Alvor (1975), mediante el que Cabinda fue entregada al flamante Estado angoleño a pesar de las protestas y denuncias formuladas por todos los partidos y organizaciones civiles del territorio, así como por la mayoría de las empresas portuguesas allí establecidas. El asunto llegó a Naciones Unidas, que se lavó las manos.
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Independencia frustrada
De hecho, en el marco de la larga guerra civil que asoló Angola hasta hace apenas ocho años, Cabinda fue uno de los territorios más perjudicados porque allí, al conflicto armado entre las tres grandes formaciones que se disputaban el poder en Angola tras la independencia [el Movimiento Popular por la Liberación, el Frente Nacional por la Liberación y la Unión Nacional por la Independencia Total] se sumó la  autodestrucción de la coordinadora que unía a todos los anticolonialistas cabindeños, el Frente para la Liberación de Cabinda, dando paso a un rosario de enfrentamientos entre los distintos grupos que contribuyó al fracaso de la proyectada constitución de un Estado propio ajeno al de Angola.
Para evitar el desgobierno y asegurar el control del territorio las autoridades de Luanda llegaron a movilizar hasta 20.000 soldados, en su mayoría cubanos, que además garantizaron el funcionamiento de las instalaciones petroleras.
Hay datos y testimonios de las periódicas razias ejecutadas por el ejército para aplastar la resistencia de los cabindeños. Durante el período 1975-1990 la represión causó entre 1.500 y 2.300 muertes, según las fuentes; amén de cientos de encarcelamientos y represalias administrativas.
Si Cabinda no pudo imponer sus derechos se debió, básicamente, a tres motivos:

Por el lavado de manos del primer gobierno surgido tras la Revolución de los Claveles en Portugal;
Por la inhibición de Naciones Unidas (fiel reflejo del desinterés de la comunidad internacional y del poder de los lobis petroleros), y
Por la presencia de efectivos militares, que durante el período de mayor actividad insurreccional se emplearon con rigurosa eficacia en tareas de represión.
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La provincia angoleña con mayor potencial económico
Cabinda es un vergel tropical con importantes reservas de petróleo, pues produce una media de 950.000 barriles diarios (2008), lo que supone en torno al 55 % de la producción total de Angola. Además, el exclave posee una desarrollada industria maderera, aunque escasamente equilibrada desde un punto de vista medioambiental.
En todo caso, en Cabinda no se registran las talas incontroladas que están provocando la deforestación de varias regiones congoleñas (o zaireñas).
Sin embargo, pese a ser la provincia que en términos relativos más aporta al producto interior bruto (PIB), es el territorio angoleño donde la miseria social es más extensa y profunda y donde menos dinero por habitante invierte el Estado.
Nada del pasado ni del presente justifica el ametrallamiento de un autocar de pasajeros, sean afamados futbolistas o anónimos trabajadores de una explotación maderera; pero la violencia causa más terror y es más embrutecedora cuando los medios --como así ha ocurrido en el culto Occidente, incluido Portugal-- despachan el ataque sufrido por los deportistas togoleses con informaciones superficiales, pueriles y a lo peor, idiotizantes.
Nada de lo que ocurre es casual, tampoco en Cabinda.

ENLACE a la entrada de la Wikipedia República de Cabinda, en la que figuran brevemente las tesis de los independentistas y de su Gobierno en el exilio.

1 comentario:

  1. Excelente entrada amigo. A ver si cunde el ejemplo y se es más serio en el tratamiento de ciertos temas, sobre todo de geopolítica porque muchas veces se escriben verdaderas barbaridades.

    un saludo.

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